EL CONTROL INTERNO Y LA EDUCACIÓN BASADA EN VALORES, COMO UNA HERRAMIENTA INDISPENSABLE PARA LA LUCHA CONTRA LOS DELITOS DE CUELLO BLANCO

A propósito de las noticias que han impactado nuestra sociedad, en particular las relacionadas con temas de fraude, con consecuencias que afectan a la generalidad, vuelve a ser importante y hasta necesario reflexionar sobre las bondades del establecimiento dentro de nuestras organizaciones de un robusto sistema de control interno, en términos coloquiales, este sistema viene a ser la tabla de salvación o el lastre que hunda nuestras instituciones ante la problemática de la corrupción.

Dentro de algunos de los beneficios que se obtienen de su adecuada implementación se incluyen la protección de activos, la confiabilidad de la información, el cumplimiento normativo, la eficiencia operativa, la gestión de riesgos, la evaluación de desempeño y la confianza de las partes interesadas, en este último caso de nosotros los ciudadanos.

En el mes de marzo del año 2021, ante un sonado caso de desaparición de dinero y expedientes de una causa importante, la señora Fiscal de la República de ese entonces indicó a un medio de comunicación “…. hay una preocupación que los controles que existían no sirvieron, no se detectó hasta que se presentó esa denuncia…”

La reflexión que cabe es si, efectivamente los controles existentes fallaron, o si los controles estaban correctamente diseñados, si estaban operando en forma correcta para lo que fueron diseñados, o si las personas responsables de su monitoreo y/o seguimiento concurrieron para violentarlos.

Como todo sistema operado por seres humanos, está sujeto también a debilidades dentro de las que podemos destacar, falta de políticas adecuadas y formación de los empleados, revisiones periódicas o aprobaciones para el control interno limitadas debido a poca inversión en controles, mayor posibilidad de actividades fraudulentas debido a la carencia de una adecuada segregación de funciones.

Una forma de generar confianza dentro de nuestras organizaciones es mediante la creación de políticas de cero tolerancia a la corrupción, pero que vayan aparejadas de hechos que sirvan de ejemplo, detectada la irregularidad, identificado el perpetrador, que la sanción sea pronta, congruente y proporcional con el hecho, no que se pierda en la burocracia del trámite del proceso sancionatorio y que por las tediosas formas del contradictorio hasta se pierda interés o se prescriban los casos, es decir que exista real aplicación de dichas políticas. La teoría del Triángulo del Fraude desarrollada por los criminólogos Donald Cressey y Edwin Sutherland, explica las razones por las que una persona puede cometer un fraude y determina tres factores que están presentes en ese momento: presión, oportunidad, y justificación o racionalización, y dentro de esta última tenemos el aquí no pasa nada, como un justificante de la comisión del delito ante la impunidad del sistema.

Existen en nuestro país, varios modelos de control que son eficientes si los aplicamos en forma correcta y responsable, importantes esfuerzos ha realizado la Contraloría General de la República, en dotar a  las administraciones públicas de herramientas de control, entre otras la Ley General de Control Interno, las Normas de control interno, y directrices varias para la valoración de riesgos,  incluso tenemos a nuestra disposición marcos internacionales de control que resultan ser eficientes y de éxito a nivel de toda América,  entre otros valga señalar los más conocidos como el modelo COSO y COSO ERM, el modelo de las Tres Líneas,  y la norma ISO 37001 que es un estándar de sistema de gestión antisoborno (ABMS), por su siglas en inglés) .

Es importante conocer no sólo los medios de control existentes para mitigar o detectar acciones dirigidas a cometer fraude, sino también comprender el por qué se dan hoy en día cada vez más y más casos de este tipo de actos delictivos.

Durante años se asoció el crimen y la delincuencia a factores de pobreza, falta de educación e incluso a senos familiares disfuncionales, hoy en día la realidad nos impacta al estar frente a un tipo de fenómeno completamente distinto al más común, donde el perfil de quien delinque es completamente atípico al perfil generalizado y concebido socialmente del delincuente.

Los delitos de cuello blanco por lo general son cometidos por sujetos con perfiles que poseen características específicas,  entre las que están las siguientes, usualmente son sujetos  que poseen cierto grado formación profesional, es común que el delincuente de cuello blanco posea una posición económica estable y alta (esto no excluye de este tipo de delito a la clase media y baja), suelen ser personas exitosas, carismáticas y la característica la cual consideramos de mayor relevancia, es que poseen una incapacidad de diferenciar lo que está bien de lo que está mal, sin sentir el más mínimo reparo o remordimiento al mentir, no comprendiendo ni interiorizando el por qué mentir y manipular para obtener los fines deseados constituyen una conducta incorrecta, les es indiferente así le generen daño a un alto grupo de personas, o a una gran parte de la sociedad, la intención siempre será obtener el resultado deseado. La alta peligrosidad de este tipo de perfil de delincuente es que aparte del impacto y el daño que ocasionan a la generalidad, está la alta capacidad y eficacia para detectar los puntos débiles en los mecanismos de control, logrando manipular el sistema existente y con esto vulnerarlo.

Consideramos importante como herramienta en la lucha para mitigar y erradicar este tipo de delitos y conductas dirigidas a engañar, ocultar y desviar, no solo  el fortalecimiento y correcta aplicación  del sistema de control, sino un proceso social de culturización y educación, donde la normalidad de la conducta aceptable no  se enfoque únicamente en aspectos técnicos y profesionales, sino también se perfile con especial interés en incentivar y fortalecer conductas y comportamientos basados en valores morales y éticos, principios que versen sobre integridad, honradez, equidad, bien común, pero logrando que dichos principios se interioricen y se vean como parte del ser, de la conducta humana, es indispensable romper la familiaridad y costumbre que existe en muchas culturas, donde existen acciones vistas como pequeñas o poco relevantes, y que implican engaño, fraude, soborno y la evasión de asumir responsabilidad producto de lesionar normas  establecidas por el ordenamiento jurídico, pequeñas conductas vistas como inofensivas tales como evadir una multa por una infracción de tránsito, copiar en un examen, no cumplir con permisos o trámites administrativos, evadir una fila para realizar una gestión, etc., estas pequeñas faltas y comportamientos que a la postre le enseñan al niño y al joven que lejos de cumplir con lo establecido de una forma normal, predomina el deseo de obtener un resultado subjetivo a como dé lugar.

En nuestro criterio, tenemos las herramientas técnicas para combatir el flagelo, nos falta aparte de una educación enfocada en valores, la voluntad para aplicar dichas herramientas, y si no accionamos, proliferarán situaciones como las que hoy lamentamos.

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