Uso de las falacias lógicas en Auditoría. ¿Cómo sé que es verdad lo que estoy diciendo?

Una de las características que se espera que tenga todo auditor y que se refleje en su trabajo es la objetividad con la que trata todos los asuntos que tiene a su cargo. Esto por cuanto la finalidad última del auditor es descubrir la verdad acerca de lo que está investigando, evaluando y midiendo de forma objetiva lo que resulta evidente, y a veces no tan evidente, de forma que al final pueda comprobar ante un tercero la veracidad de sus conclusiones.

De este punto de vista, el proceso de una auditoría se basa en el método científico, por cuanto requiere evidencias y pruebas sobre una observación para llegar a conclusiones objetivas. Al respecto, las Normas de Auditoría Interna nos señalan que la objetividad es una actitud mental que los auditores internos deben tener cuando desempeñan sus trabajos de forma imparcial y neutral (norma 1120). Además, el Código de Ética nos señala lo siguiente:

“Los auditores internos exhiben el más alto nivel de objetividad profesional al reunir, evaluar y comunicar información sobre la actividad o proceso a ser examinado. Los auditores internos hacen una evaluación equilibrada de todas las circunstancias relevantes y forman sus juicios sin dejarse influir indebidamente por sus propios intereses o por otras personas.”

Queda claro lo importante que es para nuestra profesión el valorar de forma neutral e imparcial todos los asuntos que evaluamos para que nuestros juicios sean lo más cercanos a la verdad.

Y sabemos que la mayoría de los auditores estamos conscientes de esta situación e intentamos ser objetivos en nuestra labor diaria. No obstante, hay veces que nuestra lógica o razonamiento parece adecuado o estar basado objetivamente, pero no es así. Esto porque existen varias formas de engañar con argumentos que parecen correctos. En lógica a dicha situación se le conoce como Falacias Lógicas. De esta forma se puede realizar una afirmación que en principio parece correcta, pero no lo es, por lo menos en su formulación.

Las falacias lógicas son muy comunes en la vida diaria, a veces demasiado, y suelen utilizarse en todos los ámbitos de la vida. Es común observarlas en noticieros, redes sociales, discusiones familiares, conversaciones de amigos, hasta en artículos profesionales. Por eso es tan importante para el auditor conocerlas y, principalmente, saber identificarlas ya sea al momento de evaluar un hecho, o también al momento de emitir sus conclusiones; ya que si estas están basadas en argumentos falaces son muy fáciles de rebatir.

A continuación, vamos a ver algunas de las principales falacias lógicas y cómo pueden afectar en nuestra labor.

1-    Afirmación del consecuente:

Esta falacia es del tipo formal y se presenta por la mala estructuración de la afirmación. En el colegio era muy común que tuviéramos problemas de este tipo, especialmente en matemáticas, ya que no es lo mismo decir que 6 / 2 = 3 a que 2 / 6 = 3 (imagino que tuvimos muchos problemas de este tipo en el colegio). Básicamente esta falacia consiste en afirmar que si A pertenece a B entonces a la inversa funciona igual.

En la vida común podemos encontrar esta falacia comúnmente en razonamientos del tipo:

“Los médicos tratan enfermedades, por lo tanto, si voy al médico es porque estoy enfermo”.

¿Por qué es falaz este argumento? Porque puedo ir al médico no sólo por una enfermad, puedo ir por un consejo de prevención o para aprender sobre sus conocimientos, o por muchas otras razones.

¿Y cómo puede encontrarse esta falacia en nuestra profesión? Imaginemos que estamos evaluando una serie de créditos aprobados en un banco y observamos que un funcionario aprobó un crédito con errores. Sería falaz el afirmar que los créditos aprobados por este funcionario son erróneos. No tenemos evidencia de dicha afirmación si no revisamos los demás créditos aprobados por este funcionario. Sólo podemos afirmar, con la información que tenemos, que se localizó un crédito erróneo de ese funcionario. Esa es una conclusión sin falacias.

2-    Negación del antecedente:

Esta falacia funciona igual que la anterior, pero de forma inversa. Consiste en asignar erróneamente una causa sobre un hecho. Es muy común ver esta clase de falacia en las distintas supersticiones. Si paso debajo de una escalera y ese día justamente me fue mal puedo decir que fue culpa de pasar por debajo de la escalera, aunque no tengo razón para justificar este razonamiento, simplemente me dejo llevar por la superstición.

Siguiendo el ejemplo expresado en la falacia anterior, si en la revisión encontramos un crédito erróneo y concluimos que debe ser culpa del usuario del otro crédito sin otra evidencia más que el error que había cometido, entonces estamos emitiendo un argumento falaz.

3-    Falacia Ad Hominem:

Esta es una de las falacias más recurrentes en las conversaciones diarias, y consiste en atacar a la persona en lugar del argumento o la evidencia. Pensemos por ejemplo en una persona que llegue tarde comúnmente a su trabajo y un día hable de los problemas de la impuntualidad. Nuestra primera reacción sería desacreditar su opinión porque el siempre hace lo que critica. Y aunque en este caso podríamos decir que no tiene valor moral para criticar la impuntualidad, no significa que sus argumentos no sean válidos. Recordemos que en lógica se busca la verdad última, independientemente de quién la dice.

En nuestra profesión es muy peligroso caer en esta falacia, ya que consciente o inconscientemente podríamos estar valorando un argumento por su persona no por la evidencia. Por ejemplo, estamos entrevistando a una persona sobre un posible fraude, y dicha persona ya ha estado involucrada en otras investigaciones. Como auditores objetivos debemos evaluar siempre su declaración con base en la evidencia y no hacer presunciones sobre la persona.

Esta falacia tiene una variación y es la falacia ad verecudiam.

4-    Falacia Ad Verecundiam:

 También conocida como apelación a la autoridad. Consiste en valorar un argumento porque lo dice alguien con cierto nivel de autoridad en el asunto relacionado. Es muy común en la vida diaria escuchar a alguien afirmar que algo es verdadero porque un experto lo mencionó. Por ejemplo:

“Tómate esa medicina, un médico muy bueno se la recomendó a mi hermana, y es un médico muy bueno”.

Como vemos en este caso el problema es que se está justificado en el hecho que la recetó un buen médico. Talvez sí lo sea, talvez no, pero eso no justifica que se le recete a otra persona el mismo medicamento.

Esta falacia también aplica de modo inverso, o sea, se desmerita un argumento porque quien lo emite no es experto en el tema. Por ejemplo:

“¿Por qué hablas de que las computadoras son el futuro? ¿acaso eres un experto en computación?”

En nuestra profesión podemos caer en el error de dar aceptar como cierto un hecho, o aceptarlo como verdadero sólo por la opinión de un profesional. Y no significa que no debemos recurrir a un experto, o confiar en su criterio. Por supuesto que la participación de un experto en nuestros estudios es muy importante. La falacia sucede cuando basamos nuestras conclusiones únicamente en el criterio de un experto si no hay evidencia que respalde su criterio, o inclusive que la evidencia encontrada contradiga el criterio del experto. Recordemos que toda conclusión debe estar respaldada por la suficiente evidencia.

5-    Falacia Ad Populum:

Esta falacia apela al criterio popular, a lo que todo el mundo ve como lo correcto, pero que no necesariamente es lo verdadero. Y es que no debemos confundir la democracia con la búsqueda de la verdad. Es decir, los científicos no llegan a sus conclusiones a votación para definir si es verdadero, sino que se guían por lo que la naturaleza muestra, por sus evidencias.

También esta falacia se presenta cuando se apela a las emociones de las personas para convencerlas que lo que se está afirmando es verdadero. Por ejemplo, es muy común en la publicidad buscar convencer a las personas de usar su producto porque con él las personas van a ser más populares, más bonitas, más a la moda:

“Use nuestra marca de reloj, todos los hombres de éxito lo usan ¡por algo será!”.

Como vemos en esa expresión se busca ligar el éxito de los hombres con el producto, lo cual es falaz.

En nuestra profesión podemos encontrarnos con auditados que tratan de justificar sus actuaciones con argumentos emotivos, o explicado sus actuaciones con frases como “todo el mundo lo hace”, “siempre se ha hecho así”. Pero aún es más peligroso que el auditor trate de utilizar falacias ad populum en su informe o en la redacción de sus conclusiones, tratando de justificarlas con argumentos emotivos, o apelando a lo que todo el mundo piensa que es correcto. De nuevo, lo importante es argumentar con base en la evidencia.

Estas son algunas de las falacias más comunes en la argumentación popular y de las que los auditores no están exentos. Pero no son las únicas, existen muchísimas más. Y más adelante, en otros artículos, las analizaremos.

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